sábado, 15 de agosto de 2009

Hay un río que llama


"Hay un río que llama"

"Hay un río que llama. Sí. Lo pude escuchar. Me habló y le contesté.

Sucede una cosa. Llama y habla, pero, de madrugada"

Mientras (hoy) oraba con Jo.B, Neki y John comprendí la amplitud de esta verdad. Suceden muchas cosas de madrugada y mucho se comenta de que nos atrevamos a meditar con Dios especialmente durante estas horas. Inclusive, el salmista afirma (desde el desierto de Judá) la satisfacción que traía a su alma esta práctica (ver Sal.1:3). Por otro lado, el evangelio según San Marcos, expresa que aun Jesús de madrugada recurría a esta "praxis" (Ver Mr.1:35). Si unimos, estas dos lecciones, a la oración que dio inicio este mensaje, podemos decir que “el río llama de madrugada, aunque estemos en la ciudad o en el desierto”.

Me atrevo a decir que aunque nos mantengamos apegados a la cama, aunque seamos madrugadores o trasnochadores, aunque nos quedemos viendo TV, aunque el despertador suene y lo esquivemos, el río, seguirá llamándonos. El río insiste porque anhela refrescar, edificar y moldear nuestro ser.

Al río, le gusta la plática de madrugada porque la transformación que se vive a esa hora es muy personal e intima. Le gusta de madrugada porque a esa hora puede llegar a fundir áreas o "esquinitas" que a otras horas del día no serán posibles porque estamos "ocupados". Le gusta de madrugada porque es la primera estación del día y su agua esta clara y limpia. A pesar de que much@s sabemos esto, pocos/as, solemos beber de ella de madrugada.

El río prefiere esa estación del día porque nos abrimos y nuestros sentidos están descansados, atentos y receptivos al sonido cuando dialoga con la corriente.

Ahora bien, hay algo más. Sucede que la creación se incorpora, se levanta, y saluda al río de madrugada. Eso es un secreto a voces. Las aves alzan su voz de madrugada, el sol alumbra y brinda su primera caricia a la tierra de madrugada, el alegre verdor de los árboles aparece de madrugada y de igual forma, sucede, con nuestra esencia. De madrugada, nuestro espíritu, se torna transparente para comunicarle al río lo mucho que lo aprecia. En otras palabras, nos incorporamos y nos levantamos de madrugada al igual que lo hacen otros seres que son parte de la naturaleza. De madrugada validamos y nos ponemos a favor del orden divino. Aunque podamos percibirlo como disciplina, como estructura o tiempo de calidad, realmente, conversar de madrugada (de cara a cara al río) es sintonizar la emisora digna de ser hallada. Si lo hacemos, somos parte de una orquesta que de madrugada comienza sus funciones buscando demostrar su amorosa sinfonía a Dios.

"Orar y tocar la sinfonía de madrugada, es obsequiarle a Dios, una
serenata en un clima de redención"

Esta escena me hace recordar lo que Ivelisse (en su devocional) y Vivian (en la reflexión) nos compartieron el sábado pasado. Decían sabiamente estas dos mujeres (influenciadas por el torrente del río) que a Dios le gusta que entendamos la anchura de su amor, pero de igual forma, le interesa saber la dimensión del amor que vivimos como reacción al suyo.

Definitivamente la madrugada es uno de los escenarios sobre los cuales podemos desprendernos porque nuestro espíritu esta presto a hacerlo. La naturaleza nos invita, la creación aguarda nuestra participación colaborativa, nuestro espíritu anhela una decisión inclinada a la madrugada y la madrugada esta desesperada por nuestra visita. Esta desesperada porque ella conoce las grandes revueltas que bajo su horario han ocurrido, y a su vez, sabe, de muchos episodios fascinantes gracias al río.

La madrugada, la creación y la naturaleza responden al clamor del río. El río, hermana y amigo, es Dios. Mientras oraba de madrugada con estos tres "madrugadores" me impacto palpar que "hay un río que llama" nuestra vida. Vamos, hoy me sorprendió a través del río, tal vez a vos fue un árbol, una canción, una palabra, una sonrisa, una mirada, una mano solidaria o una lagrima.

“De madrugada, hay alguien que nos llama. Sí. Con calma o rodeado de ruido.
Llama y habla. A ti te sucedió otra cosa. Ahora, A TODAS HORAS, comparte lo que te dijo el río”…

Con amor y respeto a l@s Sancocher@s...
“Meditando en el río en casa de Lorenzo Cruz”
12-ene-09/11:20pm
“Gabi”....

Nuestro cayado


El Cayado del Sancocho

Era "solamente" una vara. Una sencilla y humilde vara. Un bastón curvo ylargo. Un “cayado”. Como pastor de ovejas era su única posesión, pero
con ella, Dios, le permitió a Moisés realizar
grandes encomiendas. Ahora bien, si repasamos varios pasajes bíblicos
(libro de Éxodo) nos daremos cuenta que para el faraón, para el pueblo
de
Israel, para el Mar Rojo y para los peces del Nilo, la vara, fue
mucho más que eso. Ni siquiera hablemos de su "autocapacidad
camaleónica” de convertirse en serpiente. Ciertamente fue necesario que
percibiéramos estos escenarios para contemplar que sobre la vara,
cohabitaba, un chispazo de Poder. Perdonen la convicción, pero la vara,
fue el artefacto que Moisés utilizó para manifestar que Dios era fiel,
solidario, poderoso, transformador y amoroso. Me saboreo la certeza de
anunciar que la vara era realmente: "El cayado de Dios". Sí, esa vara
fue capaz de TODO. ....

Ahora bien, no todas "las varas" son visibles. Les comparto que recientemente
tuve dos escenarios en donde no encontré la mía. En el primer capítulo
(la semana pasada), un amigo mío que duerme en la calle, sobrevivió un
incidente conocido como "hot line". Esto lo llevó al suelo
inmediatamente. Prácticamente murió y volvió a vivir sobre mis brazos
(gracias a Dios). En ese momento no encontré la vara. En el segundo
capítulo (sábado 14 de febrero), saliendo de nuestro amado Lloréns,
pude ser testigo tardío (junto a Cristian) del magnicidio de dos
jóvenes. En ese momento, con cámara en mano, optamos sabiamente por
grabar con nuestra alma ese instante. Como parte de esta
crónica, platicamos con un vecino. Este caballero se dedica a arreglar
los problemas regulares que confronta su club de velocípedos. En esta
ocasión no resolvió el problema de cualquier bicicleta, sino que alteró
el documental y transformó mis ojos para que lograran ver la tan
esperada "vara". Nos dijo: "Antes, los jóvenes sabíamos que éramos de
carne y hueso. Hoy, los jóvenes piensan que son de HIERRO". Wow.
Perplejo y atónito me quedé ante la imagen. Ciertamente este señor
dibujó, sin temor alguno, la cotidianeidad de la juventud
puertorriqueña. No me opongo a su línea. Al contrario, gracias a él
puedo meditar no solo en mi vara, sino, en la vara del Sancocho. ....

Estoy convencido, hoy más que nunca, que el Sancocho realiza
un esfuerzo emergente. Un amigo me hablaba en estos días sobre la
correlación entre la fe y las obras (Cap. 2 de Santiago). Me parece que
el Sancocho trabaja con fe, una gran obra, que a diferencia de
otras, ésta, no se ve. La fe y la obra del Sancocho resultan
inmedibles, incalculables y tiene propiedades incoloras. O sea, a pesar
de que en el centro es colorida, sus destellos, ante el ojo humano son
invisibles. Nuestra fe es incolora y nuestra obra desteñida. Ahora
bien, ¿Por qué digo esto? No lo digo porque la apreciación esté
ausente, sino porque precisamente, ambas buscan allegarse al que se
considera de carne y hueso, pero de igual forma, al que se percibe de
hierro. Dios nos ha obsequiado la oportunidad de esparcir la fe que no
se ve, y de obrar a favor tanto para el de carne, como para el de
hierro. La noche del 14 de febrero, delante de aquellos dos jóvenes, ví
claramente nuestra misión: “Tocar con el cayado interno al de carne, al
de hueso y al de hierro”. Esa noche supe que tod@s tenemos una vara.
Esa noche supe que aunque no se vea y ante la circunstancia que sea,
debemos extender nuestra vara. Esa noche supe que l@s residentes tienen
su vara. Esa noche supe que el Sancocho tiene que aprovechar esta
oportunidad para obtener y depositar la fe incolora, la obra desteñida
y alzar su vara. Esa noche supe que Dios (al igual que a Moisés) nos
confió su vara. Esa noche supe que con vara en nuestras manos, dejamos
de pastorear ovejas para vocear que su amor continúa siendo solidario,
compasivo, poderoso y transformador. Esa noche supe que como en el Mar
Rojo, en el Residencial Luis Llorens Torres, hay un grupo de jóvenes
que sabe que su cayado sirve y necesita a Dios. Cuando caí en cuenta de
esto, dejé de ser de hierro, entonces, observé que nuestra vara, es
mucho más que eso. Lo que tenemos es una sencilla y humilde vara. Somos
una vara, que aunque imperceptible, con nuestra fe, derretiremos todo
tipo de hierro. Por fin entiendo que la vara de Moisés, la vara de
Lloréns Torres, tú vara, mí vara y la vara del Sancocho, en esencia,
son lo mismo. Todas las varas son: “El Cayado de Dios”. Sí, esta vara
es capaz de TODO.
....

Pensando en el conjunto amoroso del Sancocho…....

Gabi-27/febrero/2009